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Las palomas son parte del paisaje de muchas ciudades, grandes y pequeñas. No existe plaza sin palomas, edificios ni espacios públicos donde no se les vea. Ellas no son un problema en sí mismas, sino hasta que se produce un aumento descontrolado de su población, producto de la cantidad de comida fácil que disponen en las ciudades (se volvieron carroñeras), a la infinidad de espacios en edificios para anidar, a la forma como se adaptaron a la dinámica humana y al hecho de que no enfrentan depredadores que las controlen.
Se ha comprobado que estar en contacto con el excremento de las palomas puede transmitir parásitos responsables de serios trastornos para la salud humana, entre ellas la criptococosis, la histoplasmosis, la psitacosis, la neumoencefalitis, la salmonelosis, entre otras, siendo la criptococosis la más común, razón por la cual se le conoce también como la enfermedad de las palomas.
La criptococosis es una infección micótica producida por hongos contagiados por la paloma doméstica, ya sea por la inhalación de las excretas contaminadas o por contacto de estas con alguna herida de la piel y mucosas. Se comporta como una gripe ligera, dolor de cabeza y a veces se presenta con cuadros infecciosos agudos. A partir de ahí, surgen lesiones en distintas estructuras del cuerpo: afecta el sistema nervioso central, produce inflamación de los ganglios, hígado, bazo y en casos muy extremos, hasta del corazón.
El control de la población de las palomas pasa por impedir el acceso a sus nidos, restringirles el acceso a cualquier fuente de alimento y la limpieza. Esto deben hacerlo especialistas. En ningún momento se debe aplicar profilaxis a través de químicos o venenos porque genera otros problemas.
Los insectos voladores que se convierten en una plaga, no solamente son una molestia, sino también causa de ruina de unidades de producción alimentaria y vectores de graves enfermedades infecciosas al ser humano y demás seres vivos. Entran en esta categoría las plagas de los dípteros: moscas, avispas, mosquitos, polillas.
Aún cuando el control de insectos voladores puede abordar alguna fase de su ciclo de vida, la clave para un control eficaz es la identificación del estado donde es más vulnerable, es decir, controlar las larvas y los insectos adultos. Por eso, siempre es recomendable solicitar la ayuda de un especialista en control de plagas para atender las afectaciones por insectos voladores, ya que la aplicación de
químicos para matar o espantar a estos insectos puede generar más daños para la salud, las mascotas y el medio ambiente.
Hay una serie de insectos rastreros que se pueden convertir en una plaga cuando su población crece de forma desproporcionada afectando el ambiente y otras especies o porque transmiten enfermedades, virus y parásitos a los seres humanos y otros vertebrados. En esta clasificación se contabilizan las cucarachas, termitas, chinches, arañas, hormigas, garrapatas, pulgas.
En el caso de las cucarachas, es el insecto rastrero más resistente y está perfectamente adaptada e integrada a cualquier ambiente. Su grado de adaptabilidad es tan enorme que en caso de guerra nuclear serían las únicas supervivientes del reino animal. Pueden mantenerse hasta tres meses sin alimento y más de un mes sin agua. A diferencia de otros insectos, no son vectores directos de enfermedades, sino actúan como un nido de virus y bacterias que pueden causar complicaciones a la salud: salmonelosis, fiebre tifoidea, cólera, campilobacteriosis, disenteria. La transmisión de cualquiera de esas enfermedades ocurre a partir del consumo o contacto con artículos que han sido contaminados por las cucarachas.
En el caso de las termitas, son insectos que viven en colonias y se alimentan de cualquier material que contenga celulosa de la madera. Proceden del suelo, y por lo general se introducen en las estructuras sin ser detectadas y se convierten en un problema cuando atacan cimientos, columnas, paredes, habitaciones, pisos, gabinetes de cocina, muebles, techos, puertas, marcos de ventanas, etc. Son una plaga muy resistente que requieren ayuda profesional para detectar su nido, para acabar a la termita reina y en la aplicación de químicos y posteriormente biocidas para proteger los elementos que hayan sido rescatados de la infestación.
Una plaga de insectos rastreros sólo puede ser controlada o eliminada por profesionales con experiencia que aplican procedimientos físicos, químicos, mecánicos o biológicos, cuidando todos los efectos nocivos que puedan producir en personas, animales y el medio ambiente.
Las ratas de alcantarillas (Ratus Norvegicus) y ratas de tejado (Ratus ratus) viven próximos al ser humano, principalmente en los lugares oscuros, alcantarillas, desagües, depósitos que le ofrezcan condiciones favorables para anidar. Lo que hace que se conviertan en una plaga es la velocidad de procreación de las ratas, a partir de los 3 meses hasta 5 veces al año con un promedio de 8 a 12 crías cada vez.
Una vez que se convierten en plaga, las ratas no sólo pueden producir grandes pérdidas económicas, dañar suelos, techos de edificaciones, paredes, cableado eléctrico, contaminar alimentos y degradar ambientes, sino también transmitir graves enfermedades a los seres humanos y otros vertebrados: Peste bubónica, Tifus murino, Leptospirosis, Salmonelosis, Hantavirus, Fiebre por mordedura de rata, Fiebre hemorrágica argentina, parásitos, etc.
Las ratas infestan a los hombres por intermedio de vectores que le son propios: pulgas, piojos, ácaro, excrementos, orina, pelo, saliva, secreciones nasales y mordeduras. También pueden ser vehículo de transmisión de enfermedades externas como lo son la hepatitis, tuberculosis, fiebre tifoidea.