La frase del título que encabeza esta columna quedó estampada a fuego en mi memoria, cuando la leí por primera vez la encontré genial y ahora la saco desde el baúl de los recuerdos, pertenece a un destacado intelectual chileno, Armando Uribe Arce, hombre de letras, abogado, poeta, académico universitario, premio nacional de literatura el año 2004 y de muchos galardones, reconocimientos y premios a lo largo de su existencia, que llegó a su fin el año 2020, con 87 años.

La verdad es que rescaté esta interesante expresión, porque a mi modo de ver, hoy se convierte en una suerte de vaticinio en la cual hemos sido testigos a través del tiempo, tanto en las redes sociales como a través de la prensa y por qué no decirlo también, desde mis ojos predadores, ojos que donde ven a las ratas ponen la trampa.

A las ratas el pasado las condena, la peste negra es la número uno en la historia de la humanidad con más muertes, esto a causa de la pulga que portaban las ratas, la cual al picar contagiaba a las personas cuyo destino inevitable era la muerte.

En primer lugar, declaro ver a cientos de esos malditos roedores– como lo decía el gato Jinks, en la serie Pixi y Dixi– invadir grandes ciudades del mundo durante los últimos meses.

Sin ir tan lejos, solo hasta hace un par de semanas, una colosal horda irrumpió en la localidad campesina de Titirangi, en Nueva Zelandia, causó estragos en muchas bodegas donde los residentes almacenan granos y forrajes como asimismo atacaron los cultivos y las casas, este explosivo fenómeno se debió a la germinación de semillas y frutas que rebrotan cada cierto período de tiempo; por otra parte en la Gran Manzana, New York, desde un tiempo a esta parte las autoridades, Gobernación y Municipio, lidian en una interminable guerra épica contra ellas, es más, la presencia de ratas aumentó desde el inicio de la pandemia, cuando los Delivery dejaban la comida sobre la acera; así suma y sigue, en Paris, la ciudad de la luz, del romanticismo y del amor, se calcula que tres millones de ratas merodean en los parques y calles, por ser una capital gastronómica de alta reputación, inspiradora de Ratatouille, es visitada todos los días por miles de turistas, muchos meriendan en los parques alrededor de la Torre Eiffel, dejando a su paso las sobras de pan, comida, desechos y basura; por último, tampoco escapan de esta realidad: Buenos Aires, Santiago y Concepción, la ciudad desde donde escribo.

En New York, las ratas han afectado la calidad de vida y se han convertido en el enemigo público número uno para los neoyorkinos, como solución el alcalde Eric Adams, encargó un proyecto de tres millones y medio de dólares para combatirlas, han recurrido a métodos poco convencionales, desde píldoras anticonceptivas al uso de hielo seco y nieve carbónica. La leyenda dice que en la ciudad hay tantas ratas como humanos. Lo que me hace pensar que: “Estamos llenos de ratones y quienes nos gobiernan nos ratonean”.

En Nueva Zelanda, el filántropo Gareth Morgan decidió regalar cerveza gratis a todo aquel estudiante que contribuya a combatir la plaga de ratas que invadió la localidad.

Convencido de la eficacia de su iniciativa, Morgan asegura que, como decía el mismísimo Vito Corleone en el clásico de ‘El Padrino’, está tratando de presentar a los estudiantes «una oferta que no podrán rechazar».

Por otra parte, en París, el mundo visto con ojos de pest control operator (PCO), parece patas arriba, como si la torre fuese un embudo gigante, miles de parisinos y animalistas, se opusieron a las campañas masivas contra el control de roedores en los principales parques de la capital francesa, el movimiento ambientalista calificó las acciones sanitarias como genocidios, una gran cantidad de parisinos salieron a marchar con pancartas, en franca protesta, lo que según ellos sería una matanza indiscriminada de ratas. Un hecho paradójico y sin precedentes, si consideramos que la historia gala padeció la peste negra y la peste de Marsella, que cobraron miles de vidas por las bacterias que las ratas portaban (yersinia)

Para más añadidura, en España, la reforma del Código Penal en materia de maltrato animal, fue aprobada por el congreso el pasado nueve de febrero, todo el peso de la ley caerá para todo aquel que cause la muerte de cualquier vertebrado, incluida las ratas, las penas van desde uno a dos años si llegan a utilizar venenos, explosivos u otros instrumentos o artes de similar eficacia destructiva o no selectiva. Nuevamente: «Estamos llenos de ratones y quienes nos gobiernan nos ratonean».

En el área metropolitana de Buenos Aires, según infobae, crecieron en un 50% los pedidos de servicios por desratización, las altas temperaturas favorecieron el aumento en su natalidad y reproducción. Quizás lo más anecdótico e insólito, sucedió cuando el ministerio de educación, desde la dirección de escuelas medias en Buenos Aires, envió un gato apodado el “chimuelo”, a una escuela de Villa Urquiza para combatir como «solución» a la plaga de ratas, al felino lo dejaron con su certificado de vacunación, un pocillo con alimentos y muy asustado se perdió y terminó abandonado. Otra vez la frase para el bronce…

Armando Uribe.

En mi ciudad natal, Concepción, en donde vivo, camino, mato ratas y a diario respiro, hace un año, en el principal paseo peatonal, se produjo una gran actividad de guarenes en pleno centro de la metropoli, las ratas iniciaban su recorrido desde las caídas de agua que conectan con los alcantarillados, sin ningún atisbo de vergüenza, a plena luz del día subían y bajaban como Pedro por su casa, esto se originó debido a la gran cantidad de comercio ambulante presente en las calles con las inevitables consecuencias y resultados. Para la solución del problema, el departamento municipal cuenta con un área de saneamiento ambiental, que colocó estaciones cebaderas en todos los puntos críticos, sin jamás contratar a una empresa profesional en el control de plagas, por este motivo y muchos más, me hizo pensar que una vez concluido el tratamiento:

“Estamos llenos de ratones y quienes nos gobiernan nos ratonean” …  

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