En la historia de la humanidad, Dios fue el primer creador y controlador de plagas, un claro ejemplo es el versículo bíblico, extraído del salmo 91: “no te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada”; una sagrada escritura certificaba, de que el Padre Celestial fue el primer creador y a la vez, controlador de plagas, pues aseguraba, que una casa podía estar libre de males y de pestes, con tan solo una varita mágica y los famosos polvos mágicos, insumos de incalculable valor, elaborados solo para dioses, que ningún proveedor de la industria (PCO) podría disponer jamás.
Para los creyentes, Dios es el creador del cielo y de la tierra, la voz que dijo—Hágase la luz— y la luz se hizo; símbolo de la perfección, del conocimiento, de la fe cristiana; una energía superior que ayuda, guía y protege; que castiga, pero no a palos, que escribe derecho aún sobre líneas torcidas, al que se le ama por sobre todas las cosas, el que tiene amplios poderes sobre la realidad; sobre el destino de hombres y mujeres, por eso es dable afirmar que: Fue, es y será, el primer gran creador y controlador de plagas; y para los israelitas, un súper héroe, que se la jugó por liberarlos del despotismo y la tiranía egipcia, en manos del Faraón Ramsés II.
De acuerdo con el Antiguo Testamento, en el Éxodo, (1279 AC) Egipto era un imperio, bajo el reinado del Faraón, cuyo gobierno subyugaba al pueblo hebreo con trabajos forzados a punta de látigos, esclavos sin costo, ni siquiera mano de obra barata, además eran utilizados como primera línea de estrategia y táctica militar, para proceder como un ejército en caso de guerra en contra de los asirios, en contra de los filisteos y de otras antiguas civilizaciones, en tiempos donde la lucha en el campo de batalla era una experiencia cotidiana.
La idea de Yavé, el Dios de Israel, era acabar con el abuso y la injusticia social, por eso eligió al profeta Moisés como su vocero; Dios se presentó, ante Moisés, en el desierto, en forma de un arbusto en llamas, le dijo que debía negociar con el Faraón, y conseguir la libertad del pueblo israelita con el fin de conducirlo hacia el oriente, la tierra prometida, aunque Dios sabía de antemano de que el Faraón se negaría, en cierto sentido, era un problema personal, entre ambos, tampoco Dios necesitaba consultar a un brujo hechicero, de aquellos tiempos, por algo era Dios y el Faraón no lo endiosaba, ni reconocía en el potestad alguna.
Cabe entonces preguntarse, si todo fue parte de una leyenda, una teoría conspirativa, una ficción epopéyica; o ¿realmente estos hechos sucedieron? Si consideramos que en la actualidad existen los “Fake New”, noticias falsas, contenidos con apariencia pseudoperiodística, cuyo único objetivo es desinformar y generar ruido, ¿podríamos imaginarnos lo que ocurrió, hace 3300 años?
Según Steven Pinker, profesor en Harvard: “Hasta hace 100 años la mayoría de las noticias eran falsas. Qué son las historias en la Biblia si no noticias falsas sobre fenómenos paranormales”.
Es importante considerar que, Moisés nació en una cesta flotante, a orillas del rio Nilo, abandonado por su madre, debido a un decreto del Faraón, en donde se le daba muerte a todos los recién nacidos; en todo caso, Moisés fue un judío criado por la realeza egipcia y hermano putativo de quien se convertiría en su antagonista, el Faraón Ramsés II.
Moisés, el rescatado de las aguas, era un hombre de pocas palabras, sin habilidades blandas para cerrar una negociación trascendental como la liberación de un pueblo, era manso como un cordero, en efecto, daba lugar a ser guiado por la mano de Dios.
En concreto, el Faraón se creía un semidiós, un Dios entre Dioses, con el corazón duro, creía tener la autoridad y el señorío terrenal, sin mostrarse de acuerdo ante la divinidad de Yavé, el Dios de Israel. Su descendencia provenía de una Dinastía faraónica, Dios nunca quiso tratar directamente con él, solo hizo sentir su majestuosidad con un golpeo de mesa, que el Faraón, sus deidades y todo el pueblo egipcio, supieran de su poder, Dios, demostraría ser quien era, desataría toda su ira, enviaría las 10 plagas, que lo catapultarían a ser el primer creador y controlador de plagas.
Cuando Moisés llegó a la entrevista con el Faraón, junto a su hermano Aron, con la finalidad de llegar a un acuerdo en la liberación de los esclavos hebreos, el rey egipcio, les solicitó una señal que demostrara el poder de Dios, entonces Aron convirtió un bastón en serpiente y casi de inmediato los magos hechiceros del Faraón, hicieron lo mismo con sus artes mágicas, arrojaron las varas al suelo, que se convirtieron en serpientes, aunque la serpiente de Aron se tragó a la de ellos, sin embargo la actitud del Faraón continuó implacable, se negó a escuchar a Moisés y rechazó cualquier posibilidad de absolver al pueblo hebreo.
De este modo, Dios, dejaría caer, una tras otra, las 10 plagas, todas causaron enfermedades, desolación y muerte a los egipcios, sin afectar a ningún hebreo, ante la negativa del Faraón para acceder a los requerimientos de Dios, a través de Moisés, liberar el yugo hebreo, del sometimiento egipcio, sin embargo, ninguna de todas las calamidades logró convencer ni evangelizar a un obcecado Faraón.
Todo comenzó cuando Moisés, golpeó las aguas del Nilo con su vara, escrito en el Éxodo 7, versículo 14-24. La primera plaga fue la sangre en las aguas del Nilo, el insólito fenómeno acabó con la vida de peces, anfibios y organismos acuáticos; esto perjudicó a la cadena alimentaria y a la economía, era imposible beberla ni tampoco utilizarla para regadío. Con el fin de poder conseguir el vital elemento para el consumo, los egipcios excavaron profundos pozos hasta encontrar las napas. Asimismo, los hechiceros del Faraón, lograron imitar el milagro de Moisés, el Nilo convertido en sangre, mediante un truco, lo que hizo que el Faraón continuara con su intransigente postura.
Por lo que sabemos hoy en día, de acuerdo a versiones científicas, solo hipótesis, sin comprobación real, de que un aumento de las temperaturas, secó el río y lo convirtió en un curso lento de aguas fangosas, lo que se conoce como marea roja.
Según algunas creencias, cada plaga simbolizaba una confrontación con cada uno de los dioses; en otras palabras, este relato bíblico, no solo narra la confrontación entre Moisés y el Faraón, si no también plantea la batalla entre Dios y las diferentes deidades egipcias, cada plaga va dirigida hacia un Dios en específico, las aguas del Nilo convertidas en sangre, representaban el triunfo de Dios sobre Khnum, la deidad protectora del Nilo.
Por otro lado, de acuerdo a versiones científicas, es probable que, la llegada de las algas venenosas, obligó a las ranas a dejar el agua donde vivían; al morir los anfibios, los mosquitos, las moscas y langostas, se vieron libres de uno de sus depredadores naturales y proliferaron sin control. La multiplicación de insectos causó a su vez la quinta y sexta plagas, que la Biblia describe como pestilencia y enfermedades epidémicas, las cuales exterminaron el ganado, provocaron úlceras y sarpullidos incurables, padecimientos que trastornaron a la población y que pudieron ser transmitidas por mosquitos, anopheles, como el de la malaria.
En el éxodo 8, versículo, 16,19, aparece la plaga de los mosquitos, como la tercera en llegar. Dios, le ordenó a Moisés, que enviara a su hermano Aron, a golpear con la vara mágica, el polvo de la tierra, que se convertiría en enjambres de mosquitos, los insectos portaban una bacteria llamada yersinia pestis, la misma que transmitía la pulga durante la peste negra en Europa, la bacteria se relacionó con la muerte del ganado, así como también con los forúnculos y sarpullidos en la piel. Las picaduras provocaban grandes molestias, en esta ocasión, los hechiceros del Faraón no pudieron imitar el milagro de Moisés, por lo que tuvieron que aceptar el poder superior de Dios, sin liberar al pueblo hebreo.
Después se desataría la cuarta plaga de las moscas, encontrada en el Éxodo 8, versículo 20-32, multitudes de insectos invadieron la casa del Faraón y toda la tierra egipcia, sin insecticidas, matamoscas, ni lámparas ultra violeta, menos empresas controladoras de plagas ni leyes medioambientales, que pudiesen intervenir, solo deidades, el país quedaba infestado, con la mosca de los establos, Stomoxys calcitrans. Se piensa que Dios envió esta plaga, con la finalidad de atacar a Dua, el Dios egipcio encargado de la higiene. Las moscas atentaron contra la limpieza y la salubridad, no obstante, una vez más, podemos afirmar que: Dios fue el primer creador y controlador de plagas.
La octava plaga fueron langostas, según el Éxodo 10, versículo 1-20, por reiterada ocasión, Moisés le advirtió al intransigente Faraón la llegada de estos bichos, pero el, hizo caso omiso, los insectos acabaron con todos los cultivos que se habían salvado de las plagas anteriores, devoraron todo a su paso. El Faraón, desesperado, le suplicó a Moisés, que terminara con la plaga de langostas, este se comprometió a liberar al pueblo israelita, sin embargo, cambió de parecer apenas la plaga desapareció, no era un hombre de palabra que cumpliera con los compromisos adquiridos.
Por si fuera poco, una de las erupciones volcánicas más grandes de la historia se produjo cuando Thera, un volcán en la isla mediterránea de Santorini, explotó hace 3.500 años, desde el cráter, salían eyectadas, millones de toneladas de cenizas volcánicas hacia la atmósfera. Expertos del Instituto de Física Atmosférica en Alemania, consideran que la ceniza volcánica podría haber chocado con tormentas sobre Egipto y producir enormes granizos.
Según la entrevista al diario Telegraph, el biólogo canadiense Siro Trevisanato, autor de un libro sobre las plagas, la caída de la ceniza pudo provocar anomalías climáticas, que significó mayores precipitaciones y aumento de la humedad, condiciones propicias para las langostas. De igual forma, la ceniza también pudo haber bloqueado la luz solar (la plaga de la oscuridad). La plaga final, el castigo más duro, fue la muerte de los primogénitos de Egipto, el primer hijo de cada pareja moría en el acto, la causa pudo ser un hongo que envenenó los suministros de grano, porque los primeros hijos varones tenían privilegios, quizás comían primero convirtiéndose en las primeras víctimas.
Por otra parte, desde el punto de vista científico, los investigadores descartan la intervención de un Dios vengativo, más bien creen que estos desastres pudieron ser la consecuencia de una serie de fenómenos naturales, provocados por cambios en el clima, o por la erupción del volcán.
Finalmente, los israelitas, puños en alto, en señal de desafío, salieron desde Egipto y acamparon en el desierto, cerca del mar, Éxodo, capítulo 14, guiados por Dios, que manifestaría su gloria y poder.
Cuando llegó hasta los oídos del Faraón, la noticia de que los esclavos habían huido, ordenó preparar los carros de guerra, con oficiales y caballos; para emprender la persecución.
Los israelitas, cuando vieron acercarse al ejército egipcio, se llenaron de espanto, creían que iban a morir, asesinados, estaban arrepentidos de huir, pero nuevamente Moisés, con su vara mágica, la extendió sobre el mar, y la misma voz imperativa del Ser Supremo, que dijo—Hágase la luz–, abrió un camino a través de las aguas, transformó el lecho oceánico en tierra seca, solo quedaron dos gigantes represas separadas, entonces los hebreos cruzaron por en medio del mar, pisaban sobre tierra, con muros de agua a cada lado.
Los egipcios los persiguieron por en medio del mar, pero cuando los israelitas llegaron hasta el otro lado, Dios le dijo a Moisés, que extendiera por enésima vez la vara fantástica, y las aguas volvieron a su cauce, aplastando carros, caballos y soldados egipcios, ninguno sobrevivió.
Dios demostró su poder, su gloria, el que tiene amplios poderes sobre la realidad, demostró ser el primer gran creador y controlador de plagas en la historia de la humanidad.